La modernidad es un proyecto decadente.
No entusiasma, preocupa.
El medio ambiente, la tecnología que desocupa
a la mano de obra, las finanzas en crisis,
la xenofobia que encuentra tierra fértil en las migraciones.
Orden y Progreso, esas dos premisas prometedoras
del positivismo de hace un siglo y medio, suenan hoy
al doble apellido de un aristócrata decadente, que está
consumiendo los últimos recursos para mantener la
apariencia.
Así está el mundo occidental en general.
Pero no las Malvinas. Ay, no!
Hay un optimismo envidiable, una fe ciega
en el futuro y en la posiblidad de los kelpers de
conducirlo.
No crean ni un segundo, que el hecho de no
producir ideas propias – aclaro, aún! – los
convierta en un pueblo sin futuro.
Su problema no parece ser el futuro, es el pasado.
Los kelpers ven a las islas como la tierra de
las posibilidades, esa fe inquebrantable de los
pioneros norteamericanos de hace más de dos siglos,
granjeros que corrían todo el tiempo el
límite de la civilización y el progreso.
John Fowler, la usina intelectual de las islas,
es un ex-docente británico que vino a ejercer
la docencia en 1971, se enamoró del lugar
y de una mujer y se quedó.
Desde que se jublió colabora en el Penguin News.
John dice que si Argentina no hubiese invandido
las islas, hoy Malvinas efectivamente serían argentinas.
En ese momento, recuerda John, habia un fuerte
lobby inglés para negociar con la Argentina.
Los isleños no solo eran un clavo. Eran un clavo
a 14.000 kilómetros de distancia!
Después de la guerra todo cambió.
Ya a fin de ese mismo año el gobierno inglés prometió
inversiones en rutas e infraestructura por
31 millones de libras. Y de yapa, plena ciudadania
para sus habitantes. Se establecieron licencias
para pesca y realizaron reformas agrarias, donde
la tierra – cuyos dueños vivían en Gran Bretania –
fue comprada por las islas, subdivididas y vendidas
baratas a granjeros locales, para así estimular la
ganaderia.
De Stanley a Goose Greene, viaje que hice en 4 x 4 en una hora, hace 30 anos tardaba un día completo. Si es que no se te quedaba enganchada la camioneta en el barro!
Los últimos 20 años el progreso ha sido sostenido.
Se han contruido rutas, dónde antes solo había huellas.
Hoy en las islas no hay desocupación, no tienen
prácticamente el problema de la inseguridad –
no se le pone la cerradura ni a autos ni casas –
no hay droga, ni pobreza.
Practicamente no hay autos en las islas. La Landrover es el R12 de los kelpers.
Desde 1992 tienen una escuela grande y moderna
para sus 170 alumnos, con impresionante salas
de ciencia y de arte.
También usan la vieja residencia del gobernador
para albergar a los niños del campo que vienen
a estudiar al pueblo.
Los estudiantes reciben becas para ir a la
universidad o aprender oficios en Gran Bretania.
Las ovejas siguen siendo uno de los ingresos principales de las Malvinas
Para colmo, acaban de descubrir que las islas
tienen clítoris! El gran centro erógeno de la economía!
Y como todavía es una fantasía, un sueño lejano –
el triple XXX de los malvinenses, bajan la voz unos
decibeles cuando te lo cuentan, como si hiceran
circular una confesión erótica en un monasterio.
O, mejor dicho, como si conocieran la palabra
clave para abrir la cueva de Ali Baba:
Petróleo!
Es el lubricante de sus sueños, es el alimento de sus ratones.
Ayer, Gary, ex-combatiente y habitante de las Malvinas
me lo confesó:
-Acá se dice que con el petróleo que hay en las islas,
vamos a ser el país más rico del mundo.
Los ojos le brillan.
Hay mucho clítoris y pocas manos para frotarlo.
Y si bien otros dicen que el petróleo es
de muy dificil acceso y su extracción por lo tanto no
redituable económicamente, es suficiente para alimentar
un sueño y una avaricia:
No lo quieren compartir. Con nadie. Ni siquiera con los ingleses.
Los isleños sueñan con independizarse en serio.
Ser la República de las Falklands –
el Kuwait del Atlántico Sur!