Dos cervezas y una bazooka, please

28 Feb

La base militar de Mount Pleasant
es un mundo aparte, una minisociedad
dentro de otra minisociedad.

Tiene casi la misma población que Stanley,
aproximadamente 2000 personas –
mayoritariemente soldados de la RAF (Royal Air Force),
la Fuerza Aérea Británica.

Antes estaba más integrado al pueblo,
pero por lo problemas que eso generaba ahora
se han recluído en su base.
Practicamente no ves soldados en Stanley.
Ahí tienen sus negocios, sus confiterías.
Es ahí también donde se encuentra el
príncipe Williams.

Una rareza - patrulla inglesa en las calles de Stanley

Una vez por mes, sin embargo, salen de corral
y se vienen a Stanley para ver culos, tomar
cerveza y pelearse con los lugareños.

Ese día van todos al Global Tavern,
el bar milíco por excelencia.
Quizás por eso también el bar tenga una
estética bélica bien marcada y para quién
no está acostumbrado a tomar cerveza abajo
de un misil, le puede resultar chocante.

Será parte del estrés postraumático de los isleños?

Quizás en el Global es dónde se nota más
el clima anti-argie.
Cuándo intento hacer una entrevista con el
encargado del lugar, quiere ver mi pasaporte.
No le da entrevistas a argentinos y quiere
asegurarse con no sea uno encubierto.

Lo engaño con mi documento sueco, pero así
todo la entrevista dura aproximadamente
15 segundos. Apenas le preguntos sobre el conflicto
entre los países, se levanta y se va.

-Bloody journalist, lo escucho murmurar cuando
desaparece detrás de un arsenal suficientemente
grande como para que se le haga agua la boca
al cartel de Juárez.

Es difícil sentirse cómodo en el Global Tavern como argentino

Peinate, que vas a la escuela!

28 Feb

Esta es la escuela secundaria de Stanley, moderna y con
una hermosa vista sobre la bahía.
Fue construída en 1992 y tiene grandes espacios comunes,
salas amplias y muchos recursos – la sala de ciencia tiene
como para mantener entretenido a un premio Nobel.
Los profesores son casi todos importados. Made in the UK.
Están acá por contrato– algunos vienen un par de años,
otros se quedan solo unos meses.
El rector es un hombre jóven de Londres, está estrenando
su cargo. Viene de trabajar ocho años en Madrid y
me parece que lo que sabe de las Islas lo aprendió en
el avión leyendo Wikipedia.
Además tengo serias sospechas de que consume drogas:
Dice que las Malvinas le hacen acordar a Madrid!

Desde que entrás a la escuela estás bajo la mirada colonial de la Reina inglesa

Se preguntarán cuántos alumnos concurren a semejante
escuela?
Respuesta: 170, de los cuales 10 vienen del campo y paran
en la antigua residencia del gobernador.
Aproximadamente una tercera parte de los alumnos estudiarán
en Inglaterra con becas, obteniendo su A-level (dos años, que
también sirven como preparatorios para la Universidad).
La mitad de ellos regresarán a las Islas.
Un punado seguirá en la Universidad.

Casi todos van a Inglaterra a aprender oficios prácticos y concretos –
electricista, plomero, etc.
Muchas chicas estudian peluquería – no sé bien por qué,
pero creo que es una buena señal.
La cantidad de peluqueros per capita es un índice desconocido
pero efectivo para medir el bienestar y la libertad de una sociedad.

Cuentan, por ejemplo, que cuando fue derrocado el régimen
talibán en Afghanistan, las mujeres salian desesperadas…
a la peluquería!
Luego de más de una década de sumisión absoluta, bajo el yugo machista,
el primer gesto de emancipación femenina fue ponerse los ruleros.
En Gaza, luego de que Hamas llegara al poder,
los peluqueros fueron perseguidos por los islamistas –
algunos viven y ejercen su profesión clandestinamente,
como si la tijera fuese un Uzi israelí.

También hay una explicación más sencilla y no tan política
para tantos peluqueros en Malvinas:
Con este viento de mierda, a quién carajo le dura el brushing??

Patriotismo exagerado?

24 Feb

 


Simpático, banderitas!

Está un poquito grande, pero bueno, queda bien
con el color de la camioneta

Bue, ponele… a lo sumo tendrás que pintar la pared
cuando seas argentino.

Epa, no te estás yendo un poquito
al carajo??


Pará, loco, pará!
Ya entendí que querés seguir siendo
británico!!!

Orden y Progreso

24 Feb

La modernidad es un proyecto decadente.
No entusiasma, preocupa.
El medio ambiente, la tecnología que desocupa
a la mano de obra, las finanzas en crisis,
la xenofobia que encuentra tierra fértil en las migraciones.

Orden y Progreso, esas dos premisas prometedoras
del positivismo de hace un siglo y medio, suenan hoy
al doble apellido de un aristócrata decadente, que está
consumiendo los últimos recursos para mantener la
apariencia.

Así está el mundo occidental en general.
Pero no las Malvinas. Ay, no!
Hay un optimismo envidiable, una fe ciega
en el futuro y en la posiblidad de los kelpers de
conducirlo.
No crean ni un segundo, que el hecho de no
producir ideas propias – aclaro, aún! – los
convierta en un pueblo sin futuro.
Su problema no parece ser el futuro, es el pasado.

Los kelpers ven a las islas como la tierra de
las posibilidades, esa fe inquebrantable de los
pioneros norteamericanos de hace más de dos siglos,
granjeros que corrían todo el tiempo el
límite de la civilización y el progreso.

John Fowler, la usina intelectual de las islas,
es un ex-docente británico que vino a ejercer
la docencia en 1971, se enamoró del lugar
y de una mujer y se quedó.
Desde que se jublió colabora en el Penguin News.
John dice que si Argentina no hubiese invandido
las islas, hoy Malvinas efectivamente serían argentinas.
En ese momento, recuerda John, habia un fuerte
lobby inglés para negociar con la Argentina.
Los isleños no solo eran un clavo. Eran un clavo
a 14.000 kilómetros de distancia!

Después de la guerra todo cambió.
Ya a fin de ese mismo año el gobierno inglés prometió
inversiones en rutas e infraestructura por
31 millones de libras. Y de yapa, plena ciudadania
para sus habitantes. Se establecieron licencias
para pesca y realizaron reformas agrarias, donde
la tierra – cuyos dueños vivían en Gran Bretania –
fue comprada por las islas, subdivididas y vendidas
baratas a granjeros locales, para así estimular la
ganaderia.

De Stanley a Goose Greene, viaje que hice en 4 x 4 en una hora, hace 30 anos tardaba un día completo. Si es que no se te quedaba enganchada la camioneta en el barro!

Los últimos 20 años el progreso ha sido sostenido.
Se han contruido rutas, dónde antes solo había huellas.
Hoy en las islas no hay desocupación, no tienen
prácticamente el problema de la inseguridad –
no se le pone la cerradura ni a autos ni casas –
no hay droga, ni pobreza.

Practicamente no hay autos en las islas. La Landrover es el R12 de los kelpers.

Desde 1992 tienen una escuela grande y moderna
para sus 170 alumnos, con impresionante salas
de ciencia y de arte.
También usan la vieja residencia del gobernador
para albergar a los niños del campo que vienen
a estudiar al pueblo.
Los estudiantes reciben becas para ir a la
universidad o aprender oficios en Gran Bretania.

Las ovejas siguen siendo uno de los ingresos principales de las Malvinas

Para colmo, acaban de descubrir que las islas
tienen clítoris! El gran centro erógeno de la economía!

Y como todavía es una fantasía, un sueño lejano –
el triple XXX de los malvinenses, bajan la voz unos
decibeles cuando te lo cuentan, como si hiceran
circular una confesión erótica en un monasterio.
O, mejor dicho, como si conocieran la palabra
clave para abrir la cueva de Ali Baba:

Petróleo!

Es el lubricante de sus sueños, es el alimento de sus ratones.
Ayer, Gary, ex-combatiente y habitante de las Malvinas
me lo confesó:
-Acá se dice que con el petróleo que hay en las islas,
vamos a ser el país más rico del mundo.
Los ojos le brillan.
Hay mucho clítoris y pocas manos para frotarlo.

Y si bien otros dicen que el petróleo es
de muy dificil acceso y su extracción por lo tanto no
redituable económicamente, es suficiente para alimentar
un sueño y una avaricia:
No lo quieren compartir. Con nadie. Ni siquiera con los ingleses.

Los isleños sueñan con independizarse en serio.
Ser la República de las Falklands –
el Kuwait del Atlántico Sur!

Punto en común!

23 Feb

No solo hay desencuentros con
los kelpers…

Importación de cerebros

23 Feb

Hace días que me embarqué en una misión
aparentemente imposible.
Quería hablar con intelectuales de la isla,
que me pudieran dar un panorama general y
conceptual de la historia politica y social de las Islas.
O al menos quería leer qué es lo
que la intelectualidad autóctona ha producido.

Fui al museo. Me parecía que en ese contenedor
tradicional de la cultura, podrían guiarme
en mi búsqueda. Es un museo interesante,
ha reconstruido parte la historia pionera
de la isla y los isleños.
Parece mentira cuando paseás por Stanley hoy en día,
pero hasta hace muy poco era un pueblo pobre.
Pobre y bruto. Ya no es pobre.
Pero cuando le pido que me recomienden intelectuales
locales, me miran sorprendidos.
Es evidente que no suelen conjugar ”intelectuales”
y ”locales” en la misma oración.
Pero me muestran algunos libros, dos o tres
experiencias personales de la guerra, narrada
por isleños.
Entre ellos el diario íntimo de John Smith, ”74 days”,
el cual es promocionado por el museo como un
”Anne Frank de las Falklands”. Me lo voy a comprar,
por cierto. Creo que puede ser útil para mi documental
y tiene un valor testimonial.
Pero no es lo que estoy buscando.

Estoy buscando a los que levantaron la nariz de
la cotidianeidad, de lo práctico.
No a los granjeros, no a los pescadores,
no ha quienes trabajan en un creciente número de
oficios en Stanley.
No me malinterpreten, nada contra ellos –
al contrario, son los músculos de la sociedad.
Pero busco a los cerebros.

Decido ir a la biblioteca. Está ubicada en la hermosa
y moderna escuela sobre la costanera y es compartida
con los alumnos.

La escuela de Stanley, alberga 170 alumnos.

La biblioteca, con grandes ventanales hacia la bahía
está vacía. La bibliotecaria, una señora muy agradable cuyo
nombre lamentablemente no me acuerdo pero que
perfectamente podría ser Sra Smith, por su halo inglés,
me recibe con los brazos abiertos.

"Sra Smith"

Parece encantada de tener visita.
Y si bien tiene la mejor predisposición, mi pedido
la deja perpleja:
– I´m looking for books written by local writers.
– Busco libros escrito por escritores locales.
Luego de una pequeña duda decide que escuchó
mal y que lo yo realmente buscaba eran libros
sobre las Malvinas. Recupera su sonrisa y sale
disparando para traerme una pila entera –
sobre naturaleza, pinguinos, hasta hay una enciclopedia
sobre las Malvinas.
Pero cuando encara para buscar más, la paro:
-Espere, Sra Smith, estos libros fueron escritos
por malvinenses?
-No
-Entonces no me traiga más, porque estoy buscando
libros cuyo autores sean de las Malvinas.
Me pone cara de afligida.
-Casi no hay, dice en voz baja, como si ella misma se acabara
de dar cuenta y se avergonzara del descubrimiento.

Pero no me doy por perdido.
Voy al Penguin News, el periódico local y le explico mi
conflicto a una de las periodistas, que también parece
hacer de secretaria.

Medio monopólico en las Malvinas

Le explico que estoy buscando la mirada de águila,
”the overview”, el intelectual que pueda conceptualizar
el tema de las Malvinas.
Me mira como si no entendiera de que carajo le estoy
hablando. I see, I see, dice para ganar tiempo hasta
que se ilumina y se da vuelta hacia atrás:
-Joooooohn! Me parece que es a vos que te están
buscando!

John, el acervo intelectual de las islas

En ese momento y sin necesidad de hablar con John,
con quién por otra parte sí hablé y luego les contaré
sobre ese encuentro, me doy cuenta que en esta isla,
en 180 años de vida no se han producido intelectuales.
Quizás ni uno sólo.

No hay un escritor que recolecte y narre
los retazos vividos, las experiencias del pueblo;
ni tampoco existe el historiador que las acomode;
no hay un filósofo que las problematice, ni un científico
que las explique; tampoco hay un poeta que las realce,
ni un pintor que las resignifique.
No hay músicos que les den melodía, ni un escultor que
les de forma.

Los kelpers no han producido su propio relato.
Lo han importado.

Luchando contra el tiempo

23 Feb

Matar el tiempo en las Malvinas es difícil.
Desde que te deja el avión hasta
que te vuelve a buscar tenés
168 horas que tenés que matar.
Más o menos 50 de estas se van a suicidar
en el sueño. Otras cuantas se irán con la comida.
Digamos que quedan 100 horas en disputa.
Un batallón de tiempo, con sus agujas como
bayonetas.
Darán pelea, no se rendirán nunca.
Por eso, si tenés un minuto en la mirilla,
jalá el gatillo! Nu dudes!
Apuntá al corazón del tiempo, a la aguja chica –
y apretá!

Para alguien de la ciudad puede causar
impresión matar el tiempo a quemarropas,
a sangre fría.
En la ciudad el tiempo es valioso y fugaz.
A veces lo protegemos como una especie en vías de extinción,
otras veces lo estrujamos para sacarle hasta el
último aliento a cada minuto.
Lo veneramos como a un Dios escurridizo.

Acá te conviene hacerte ateo. No mires
el reloj con sentimentalidad.
Miralo como enemigo.
He visto que pasa cuando no lo hacés.
Te descuidas un minuto y sonaste –
te abate el aburrimiento y pronto tus ojos
estarán deambulando por el paisaje
con las pupilas cupidas, mendigando un
estímulo.

Mucho de los pescadores peruanos
pierden la batalla contra el tiempo.
Están como autistas mirando por la ventana,
la mirada extraviada, las pupilas ya quietas –
probablemente ya volvieron a Perú.

No voy a dejar que me suceda.
Ahora los veo venir. La infanteria del tiempo:
Los segundos. Me escudo en esta trinchera
y tras el ruido del teclado como ametralladora
veo caer los segundos, agonizando entre las palabras.
Los entierro en una fosa común de 15 minutos
y me voy.
El taxi me está esperando en la puerta.
Sobreviví.

Pescadores peruanos con un rompecabezas de 3000 piezas. Se niegan a morir de aburrimiento, esperando que venga el barco de pesca y los libere de la rutina..

Nos detestan

23 Feb

Disculpen que no actualice el blog con más frecuencia.
Sencillamente es porque estoy todo el día dando vuelta
por ahí, tratando de desentrañar esta sociedad tan extraña.

Ayer entrevisté a una mujer que se pasó la guerra
encerrada en una iglesia. Tenía nueve años y la familia
huyó de Stanley cuando llegaron los ”argies”.
Pensaron que en la campiña estarían mejor.
Se equivocaron groseramente – buscaron refugio en
Goose Greene, Ganso Verde, el mismo día que llegaron
las tropas argentinas al lugar.
Los soldados argentinos los encerraron a los pobladores,
115, en la iglesia de la comunidad.
Un mes sin salir, excepto los paseos de 5 minutos por día.
Tiene recuerdos nítidos: de los soldados pegándole a su hermano
con la culata del rifle, porque no camina suficientemente rápido.
Se acuerda de los cinco dichosos minutos por día que le permitían
caminar afuera de la iglesia. Se acuerda también que cuando
pararon a todos contra la pared de la iglesia, pensó:
-Que me disparen primero a mi, así no tengo que ver
cuando matan a todos los otros.

La capilla de Goose Greene al fondo

Esta mujer tiene ahora 39 anos. Es tímida peró nítida en
sus conceptos, los recuerdos los evoca fácilmente –
se nota que los tiene siempre a mano, como un pañuelo.
Los ojos son amables detrás del marco de vidrio
y se rie fácilmente, aún cuando remueve su trauma.
Pero la sonrisa desaparece y los ojos pierden la bondad
cuando empieza a hablar de los argentinos.
-No los puedo ver, los detesto cada vez más.
Los veo cuando caminan por acá, creyéndose los dueños.
No puede separar los argentinos de hoy con los
que la encerraron hace 30 anos.
– Pero en realidad eran muy jóvenes ellos también, lo sé.
Tenían tanto miedo como nosotros. Pero sus oficiales los trataban mal,
recuerda la mujer.

Como viajo camuflado de sueco, accedo a confesiones
de los isleños sobre los argentinos.
Nadie nos quiere. La mayoría nos detesta, especialmente
desde que se recrudeció el conflicto.
Algunos nos aceptan. Por ejemplo la dueña del hostel,
cuando le conté mi completa identidad.
Se había dado cuenta. Me había vista pasearme por las
instalaciones con un mate en la mano.
No le gustó nada, pero no me dijo nada.
El argentino, en las islas, debe renunciar a cualquier
actitud que pueda tener connotación nacionalista.
El mate, por ejemplo, es una ametralladora cultural.
Una provocación. Solamente la uso en mi habitación.

Veteranos de guerra mostrando su álbum privado de fotos

Volviendo a los oficiales argentinos:

Anoche estuve en una charla con ex-combatientes ingleses.
Mostraban diapositivas privadas, sacadas durante la guerra.
Habían peleado en Pradera de los Gansos, quizás la derrota
más humillante para los argentinos – ya que capitularon superando
a los ingleses cinco veces en soldados.
Hay una diapositiva que me llamó la atención.
Mejor dicho, me revolvió el estómago.
Es una imagen de Goose Green, Ganso Verde, luego
de la capitulación argentina.
En la foto hay tres soldados argentinos, ninguno supera
los 20 años de edad. Trabajan lijando unas maderas.
Creo que el ex-combatiente inglés dice que la madera era para
la pista de aterrizaje. Uno de los soldados argentino sonríe,
parecen relajados.
-Nos decían que por lo menos con nosotros comían todos
los días, nos cuenta el soldado inglés.

Parado atrás de los soldados está su oficial.
Está de brazos cruzados, sin levantar un dedo,
como si fuese inglés.

– Los oficiales argentinos no hacían nada,
pero nosotros no nos metíamos, era una cuestión
interna de ellos, explica el inglés.

El oficial argentino está armado con un revolver. No lo deja nunca.
Esa fue la condición cuando capitularon los militares,
que los jefes pudieran seguir armados.
Por qué? Porque tenían miedo a las represalias de los colimbas.
Está armado para que sus propios soldados no lo maten.
Imagínense como los habrán tratado…

El jóven Sheppard tenía siete cuando los encerraron en la capilla. Es el único de esa época que sigue viviendo en Goose Greene. La población ha bajado de 80 habitantes, en 1982, a 15 en la actualidad.

En Darwin la historia te alcanza

22 Feb

Cuando el camino finalmente se desvía hay
un cartel que dice que no se puede seguir
en camioneta.
Me pongo la campera, agarro mi mate y salgo.

En las Malvinas el viento es un niño caprichoso,
nunca nadie le ha puesto límites. Ni un arbusto
que lo agarre de los brazos y lo haga tranquilizar.
Torpe y prepotente y alentado por su libertad te
saca literalmente lágrimas.

El camino asciende levemente y ahí, en el medio
de la nada, rodeade de una aridez absolut y
envuelto en un frio crudo, está:
el cementerio argentino en Darwin.

Tantas cruces. Cientos de cruces.
En fila, como soldados marchando
con sus uniformes blancos.

Déjenme detenerme acá un segundo.
Quiero explicarles quién soy. Es necesario como cronista
blanquear su sombra, decir desde dónde se escribe.
Las palabras, a diferencia del cementerio en Darwin,
nunca surgen de la nada.

Cuando fue la Guerra de las Malvinas yo tenía
siete anos y vivía en Suecia. No supe nada.
A mi la guerra me la contaron, de grande y de lejos.
No le había escrito cartas a los soldados, no les había
comprado chocolates ni me había ilusionado en las plazas.
Y no quiero mentirles: nunca me movilizó demasiado.

Ultimamente y ante este viaje, me he empapado con el tema;
lo he pensado, discutido y tratado de comprender.
He visto documentales, he leído libros y documentos.
Pero siempre con cierta distancia emocional.

Pero en Darwin la historia abandona los libros.
Te encara descaradamente, se te pone en frente y te agarra
con las defensas intelectuales bajas.
Y ahi, frente a los soldados muertos y por primera vez,
lloré por las Malvinas.

Sin palabra

21 Feb

Cumplí mi palabra –
tomé mate con ellos.

Cementerio argentino en Darwin, Islas Malvinas